Se van los más vulnerables

La sabiduría de quienes nos trajeron al mundo, sus años de lucha, su vida misma merece hoy un homenaje y el mayor respeto

Por Diana Leal K.

De las casi 3 millones 400 mil personas fallecidas en el mundo como consecuencia del COVID alrededor del mundo, la matyoría han sido  los adultos mayores.

Han muerto muchos de ellos en casas de cuidado u hogares geriátricos a donde sus familias los habían llevado, o en sus casas, o en clínicas y hospitales.

Han muerto millones de hombres y mujeres que sacrificaron todo, que lucharon, que vencieron obstáculos, y han debido morir omo resultado de una de las más crueles pandemias, muchos de ellos solos.

A todos ellos los tenemos en nuestra mente. A quienes están separados de sus familias aún después de más de un año, aislados para preservar su salud, solitarios, en los paises en los que aún no ha llegado la vacuna.

A quienes han sido afectados por la pandemia y hoy están en los hospitales, bajo la gran piedad de médicos, enfermeras y el personal de corazón dulce que allí labora.

A todas aquellas grandes personas que crecieron en edad sacrificándolo todo por darle a sus hijos lo que tenían y lo que no.

La más cruel de las pandemias se ha ensañado con los más  vulnerables, con nuestros padres y abuelos.

A quienes han fallecido como consecuencia de esta imprevisible situación de salud pública nuestro homenaje, nuestro mayor respeto.

Pedimos a todos que no pierdan de vista en ningún monento que ellos, los adultos mayores, padres, abuelos, tios, amigos, todos los viejos son la parte mas importante de nuestra existencia.

Sin ellos esta vida que tenemos, y que valoramos tanto, no hubiera sido posible.

Sin ellos, ni nuestros logros, ni nuestro hijos habrían sucedido. Por todo esto y más hoy son ellos quienes merecen todo el respeto, cuidado y consideración.

Un poema para ellos y ellas

el árbol viejo

Por José Ángel Buesa —

Buen árbol que perdiste bruscamente los dones
de la flor y del fruto, bajo la racha fría:
tu pesadumbre austera se parece a la mía,
y así, como tus hojas, volarán mis canciones.
Pero, tarde o temprano, vendrá la primavera,
y, al rejuvenecerse tu tronco envejecido,
tendrás la flor y el fruto, y el follaje, y el nido…
Y yo, en cambio, no tengo tu esperanza siquiera.
Cien veces me ofreciste tu sombra en el verano;
cien veces tu perfume fue a visitar mi casa,
buen árbol que floreces mientras la vida pasa,
acaso porque ignoras que nunca pasa en vano.
Mi niñez te recuerda casi como un amigo,
aunque ya se agrietaba tu ancianidad de abuelo.
Y hoy, al ver cómo creces todavía hacia el cielo,
ni aun me queda el consuelo de envejecer contigo.
Pues, aunque nos agobian idénticos otoños,
sobre tus hojas secas crecen hojas lozanas,
y así, algún día, el viento despeinará mis canas,
trayéndome el perfume de tus nuevos retoños…

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