- El 86 por ciento de las familias que habitan el bautizado Corredor Seco Centroamericano [donde vive el 90 por cuento de la población de la región] se despiertan y se van a dormir con hambre, de acuerdo a un estudio reciente del Centro de investigación Humboldt.
- A pesar de que Centroamérica es responsable únicamente del 0.5 por ciento de las emisiones mundiales de gases de efecto invernadero, la región es una de las más azotadas del mundo por los efectos del cambio climático.
- En América Central no hay agua, el exceso de calor, la falta de lluvias prolongadas y las variaciones climáticas severas amenazan las posibilidades de vida
Por Medialuna Magazine
El calor excesivo, la falta de lluvias prolongadas, las variaciones climáticas severas consecuencia en gran parte del calentamiento de la tierra ya exacerban el hambre, la desnutrición y las posibilidades de vida de millones de habitantes de la región de Centroamérica y el Caribe.
SEQUÍAS Y DESASTRES NATURALES
Con los 1,5 grados de aumento en las temperaturas que ya presenta en promedio la tierra, los períodos de sequías pueden extenderse hasta cinco meses, según Carbón Brief, organización del Reino Unido que estudia el cambio climático.
En América Central, en el ya conocido Corredor Seco, que va desde el sur de México hasta el occidente de Panamá, y que atraviesa Costa Rica, Nicaragua, y Honduras, los períodos extremos secos que generalmente eran de tres meses, se han venido alargando hasta seis meses en los últimos años.
A los largos períodos de calor extremo y falta de agua, se suman fenómenos meteorológicos con tormentas, huracanes frecuentes y lluvias e inundaciones severas.
—”No hay punto intermedio”— dice una mujer hondureña, trabajadora del campo , quien asegura que la región lleva ya casi veinte años padeciendo períodos de sequías muy largos intercalados con lluvias torrenciales que destruyen los cultivos.
En 2020, los huracanes Eta e Iota destruyeron más de 200 mil hectáreas de alimentos básicos y cultivos comerciales en El Salvador, Guatemala, Honduras y Nicaragua, y más de 10 mil hectáreas de cultivos de café en Honduras y Nicaragua, de acuerdo a la PMA.
Ese mismo año hubo más de un millón y medio de desplazamientos humanos como consecuencia de los desastres naturales, siendo Honduras el país con mayor cantidad de personas que dejaron sus viviendas (61 por ciento del total).
HAMBRE, HAMBRUNA Y DESNUTRICIÓN
De acuerdo a un estudio reciente del centro Humboldt, el 86 por ciento de las familias que habitan el Corredor Seco Centroamericano despiertan con hambre, y se van a dormir con hambre.
En el estudio llamado Los rostros del hambre en Centroamérica se entrevistaron 3,859 familias de 100 municipios de Guatemala, Honduras, El Salvador y Nicaragua, en el que adem[as se encontró que son las mujeres y los miembros de las comunidades indígenas quienes enfrentan la mayor tragedia alimenticia.
En el Corredor Seco Centroamericano confluyen elementos básicos en la fórmula del hambre: la pobreza estructural, la indiferencia de los gobiernos y la vulnerabilidad ante los efectos del cambio climático asevera el estudio del Centro Humboldt.
Según el Reporte Mundial de las Crisis Alimentarias (RMCA), durante el 2020, al menos 11,8 millones de personas de los cerca de cincuenta millones de habitantes de los siete países de la región centroamericana, se encontraban en situación de inseguridad alimentaria.
Esto sin contar el hambre que se vive en algunas de las 13 islas del Caribe. En Haití, el 48 por ciento de sus alrededor de 11 millones de habitantes “pasa hambre pura” en palabras de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), que añade en un reporte reciente que la situación alimentaria grave es el resultado de los actuales fenómenos climáticos y sociales.
Según la FAO, “una persona padece inseguridad alimentaria cuando carece de acceso regular a suficientes alimentos nutritivos para un crecimiento y desarrollo normal y para llevar una vida activa y saludable. Puede ser leve, o grave, cuándo las personas no consumen ningún alimento durante uno o varios días.
LOS MÁS AFECTADOS SIN PARTICIPAR EN LA FIESTA
A pesar de que Centroamérica es responsable únicamente del 0.5 por ciento de las emisiones mundiales de gases de efecto invernadero, la región es una de las más azotadas del mundo por los efectos del cambio climático.
Honduras, Nicaragua y Guatemala están entre los diez países más afectados por el calentamiento de la tierra, y Honduras ha sido el país más afectado por la emergencia climática durante los últimos veinte años, debido a su posición geográfica y a sus altos índices de pobreza.
En Honduras, 2.9 millones de sus cerca de diez millones de habitantes ya se encontraban en estado de inseguridad alimentaria a comienzos de 2020, antes de que la pandemia generara los peores estragos en las economías de las familias.
Delos casi tres millones de personas con hambre en Honduras, 614 mil personas estaban en estado de emergencia o inseguridad alimentaria grave, es decir, que no habían consumido alimentos por uno o más días.
La escasez de alimentos afecta principalmente a los niños en Honduras. Según Etienne Labande, director adjunto del PMA, el 23 por ciento de los menores de dos años padece de desnutrición crónica, y en algunas zonas esta cifra llega al 48 por ciento.
La población más vulnerable son los campesinos, agricultores, habitantes de las regiones más pobres del país y quienes vienen padeciendo emergencias alimentarias desde la década pasada, como consecuencia de la escasez de lluvias.
— “El ganado se muere, las gallinas se mueren de calor, los cultivos se secan. No hay agua para irrigarlos” ¡No hay comida! — lamentan los habitantes de varios países de Centroamérica.
En 2019 el gobierno de Honduras declaró estado de Emergencia Nacional por la severa sequía que se vivió en el país y la crisis alimentaria que produjo.
En Guatemala, país que enfrentó una sucesión de huracanes a finales de 2020, la comida es cada vez más escasa. Cinco de cada diez niñas y niños menores de cinco años padecen de desnutrición crónica en esta república.
Los guatemaltecos presentan la más alta tasa de desnutrición de América Latina y una de las más elevadas del mundo (49%). En algunas zonas rurales alcanza hasta 80 por ciento padecen desnutrición.
En Nicaragua la situación no es diferente.— “En época de verano, cuando hay sequía, los niños nos piden comida y yo les digo que no hay nada. Mi papá busca como conseguir algo para [ellos].
Los adultos del hogar tratamos de aguantar hambre para darles a los niños que están en pleno crecimiento y no tienen la culpa de la situación por la que pasamos” dice una madre de familia, habitante de una región rural en Nicaragua, severamente golpeada por el hambre y la pobreza, en testimonio recopilado en el estudio Rostros de Hambre en Centroamérica,
EFECTOS DEL CAMBIO CLIMÁTICO: HAMBRE, POBREZA Y VIOLENCIA
Y a las sequías y los extremos fenómenos meteorológicos se unió la pandemia del COVID 19, que terminó con las opciones de conseguir el dinero para el diario, por las medidas de cuarentenas para prevenir los contagios. Durante meses se paró la única forma de sustento de millones de familias cuya economía informal o del rebusque es lo que les permite comer.
Aunque los países centroamericanos recibieron ayuda internacional para mitigar las secuelas del COVID 19, aún se desconocen las cifras de lo que se prevé, sea un aumento, aún más dramático, en el número de personas que sufren de hambre y grave escasez de alimentos.
“En América Central, las amenazas provocadas por el cambio climático se cruzan con la pobreza estructural de la región. ¿Las consecuencias? Economías más frágiles, más desigualdad y pobreza, crece la inestabilidad sociopolítica y aumentan los niveles de violencia social, que ya son altos” dice el estudio Humboldt.
Pero esta situación no es nueva. La Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) la viene advirtiendo desde hace ya más de una década y pidiéndole a los gobiernos que se vincule de manera seria la crisis alimentaria y de hambre aguda al calentamiento de la tierra y los océanos, como lo advirtiera David Beasley, director ejecutivo del Programa Mundial de Alimentos (PMA).